Enfermedades Reumáticas
Las enfermedades reumáticas:en qué consisten
Las enfermedades reumáticas llevan siglos afligiendo a la humanidad, como se constata al examinar las momias egipcias. Entre los afectados, que hoy se cuentan por millones, al parecer también figuró el navegante Cristóbal Colón. Ahora bien, ¿en qué consisten estos males incapacitantes?
En algunas clasificaciones se engloba a más de un centenar de tales padecimientos bajo la designación imprecisa de artritis (helenismo que significa “inflamación de las articulaciones”).* Pero estas dolencias no solo afectan a la articulación, sino también a los músculos, huesos, tendones y ligamentos relacionados, y algunas dañan la piel, las vísceras y los ojos. Examinemos dos muy comunes: la artritis reumatoide y la artrosis.
Anatomía de una articulación
Recibe el nombre de articulación la zona de unión de dos huesos. Un tipo de articulación es la diartrosis, que se beneficia de la protección y sostén de la resistente cápsula articular que la rodea (véase la ilustración de la pág. 4). Esta cápsula, que cuenta con un revestimiento interno (la membrana sinovial) productor de un líquido viscoso, alberga dentro de sí los extremos de los huesos. Dichos extremos están recubiertos de cartílago, tejido elástico y suave que evita el roce y el desgaste, al tiempo que sirve de cojín amortiguador y distribuye las tensiones uniformemente.
Por ejemplo, cuando caminamos, corremos o saltamos, las caderas y las rodillas sufren una presión entre cuatro y ocho veces superior a nuestro peso corporal. Aunque el impacto lo absorben en su mayoría los músculos y tendones cercanos, el cartílago se comprime como una esponja y de este modo contribuye a que los huesos soporten la carga.
La artritis reumatoide
La artritis reumatoide surge cuando el sistema inmunitario lanza un ataque masivo contra las articulaciones. Por razones desconocidas, afluyen a las cavidades articulares un gran número de células sanguíneas, entre ellas las células T, elementos esenciales del sistema inmunitario. Como consecuencia, se desencadenan una serie de reacciones químicas que inflaman la articulación. Las células sinoviales tal vez proliferen sin control, formándose una masa de tejido, semejante a un tumor, que recibe el nombre de paño. Este, por su parte, produce enzimas que destruyen el cartílago. Las superficies óseas quizá se adhieran entre sí, lo que limita la amplitud del movimiento y causa dolores atroces. Tal destrucción debilita los ligamentos, tendones y músculos; como consecuencia, la articulación pierde estabilidad, se disloca parcialmente y a menudo adquiere apariencia deforme. Por lo general, la artritis reumatoide afecta a las articulaciones de forma simétrica, por ejemplo, a ambos pies, muñecas o rodillas. Más de la mitad de los pacientes presentan nódulos (bultos) bajo la piel, y algunos sufren anemia y dolorosa sequedad de ojos y garganta. Son comunes la fatiga y los síntomas gripales, como fiebre y dolores musculares.
La aparición, manifestación y duración de la artritis reumatoide varían mucho de un paciente a otro. En algunos casos, el dolor y la rigidez aparecen poco a poco, con el paso de semanas o hasta años, mientras que en otros se declaran con cierta rapidez. A veces, el padecimiento dura solo meses y luego desaparece sin dejar daños notables, pero en otras ocasiones se agrava durante ciertas fases, llamadas exacerbaciones o brotes, seguidas de remisiones, en las que el enfermo se siente mejor. En otros casos, el mal sigue activo por años, incapacitando sin piedad a la víctima.
¿Quiénes son más proclives? “Es más común en las mujeres de mediana edad”, afirma el doctor Michael Schiff, matizando que “toda persona está sujeta a sufrir artritis reumatoide, sin importar la edad, incluidos niños y hombres”. La predisposición es mayor si hay antecedentes familiares. Además, algunos estudios indican que el tabaco, la obesidad y las transfusiones
La artrosis
“La artrosis —señala el boletín Western Journal of Medicine— recuerda en muchos sentidos al clima: es omnipresente, no suele llamar la atención y a veces tiene grandes repercusiones.” A diferencia de la artritis reumatoide, la artrosis (denominada a veces osteoartritis) por lo general no se propaga a otras partes del cuerpo, sino que se concentra en unas cuantas articulaciones o solo una. Al producirse la lenta erosión del cartílago, los huesos comienzan a rozar entre sí. También aparecen crecimientos óseos, llamados osteofitos, y tal vez quistes, y el hueso subyacente se engruesa y deforma. Otros síntomas son abultamiento de los nudillos, crepitación (chasquidos y crujidos de la articulación), espasmos musculares, dolor, rigidez y reducción de la amplitud de movimientos.
Por mucho tiempo se creyó que la artrosis no era más que una de tantas secuelas de la vejez, pero los especialistas han desechado esta opinión. La revista The American Journal of Medicine dice: “No hay pruebas de que una articulación normal, sometida a las tensiones habituales, tenga que degenerar a lo largo de la vida de una persona”. Entonces, ¿qué ocasiona la artrosis? Los intentos de descubrir la causa exacta están “marcados por la polémica”, según la revista británica The Lancet. Una teoría afirma que primero el hueso sufre daños (por ejemplo, microfracturas), los cuales desencadenan la aparición de crecimientos óseos y el deterioro del cartílago. Otra señala que la afección comienza en el cartílago, que degenera y se desgasta, lo que somete a mayores tensiones al hueso subyacente. Cuando el organismo trata de reparar el cartílago dañado, ocurren cambios patológicos.
¿Quiénes son más proclives a padecer artrosis? Aunque la edad sola no cause este padecimiento, la pérdida del cartílago articular es más frecuente al ir entrando en años. Entre los factores de riesgo se hallan las anomalías en el ajuste de las superficies de la articulación, la debilidad de los músculos de las extremidades inferiores, la desigual longitud de estas o la desviación de la columna. También predisponen a la artrosis los traumatismos en las articulaciones, sean fruto de un accidente o de trabajos en los que se realizan movimientos repetitivos que usan en exceso la articulación. Una vez iniciado el deterioro, el sobrepeso puede agravarla.
El doctor Tim Spector señala: “Es una enfermedad compleja con claros factores ambientales, pero muy determinada por la genética”. Entre las personas más susceptibles de padecerla figuran las mujeres de mediana y tercera edad con antecedentes familiares. A diferencia de la osteoporosis, va precedida por alta densidad ósea. Hay investigadores que señalan como otros factores el daño ocasionado por los radicales libres de oxígeno y la carencia de vitaminas C y D.
Tratamientos alternativos
Existe la opinión de que algunos agentes terapéuticos son más seguros y plantean menos efectos secundarios que los tratamientos tradicionales. Entre dichos agentes figuran el colágeno de tipo II (por vía oral), que según ciertos estudios ha resultado útil para desinflamar las articulaciones reumatoideas y paliar el dolor. ¿De qué forma actúa? Inhibe las citocinas proinflamatorias y destructivas, a saber, la interleucina-1 y el factor de necrosis tumoral a. También hay sustancias nutritivas naturales que, según se informa, han demostrado cierta eficacia a la hora de inhibir estos mismos elementos destructivos.
Por cierto esta decir que la medicina actual considera a la Fisioterapia como una metodología indispensable a la hora de tratar enfermedades dolorosas o que necesiten una rehabilitación.
Terapéutica
El tratamiento por lo general combina los fármacos, el ejercicio físico y la modificación del estilo de vida. Un fisioterapeuta tal vez inicie un programa de ejercicios, sean isométricos, aeróbicos, isotónicos, de amplitud de movimientos o de levantamiento de pesas. Estos ejercicios han logrado aliviar —hasta en pacientes de edad avanzada— muchos síntomas, como el dolor y la inflamación de las articulaciones, la fatiga, el malestar y la depresión, y también han frenado la pérdida de densidad ósea. Hay quienes aseguran que la aplicación de calor o frío y la acupuntura y la Vibroterapia (masajes) mitigan el dolor.
Dado que el adelgazamiento reduce considerablemente el dolor de las articulaciones, la dieta reviste importancia terapéutica. En opinión de algunos especialistas, un régimen que incluya productos ricos en calcio — como hortalizas de hojas verde oscuro, frutas frescas y pescado de agua fría rico en ácidos grasos omega 3— y que contenga pocas cantidades de alimentos elaborados y de grasas saturadas no solo contribuye a reducir el peso, sino también el dolor. ¿De qué manera? Algunas teorías afirman que tal dieta inhibe la inflamación. Se afirma también que a algunos pacientes les ha resultado útil eliminar la carne, los lácteos, el trigo y las solanáceas, como el tomate, la papa, el pimiento y la berenjena.
En ciertos casos se recomienda la artroscopia quirúrgica, es decir, la inserción de un instrumento en la coyuntura para extraer el tejido sinovial que produce las enzimas destructivas. La eficacia de esta técnica es limitada, pues la inflamación suele reaparecer. Una intervención más drástica es la artroplastia, la sustitución de la articulación completa (por lo general de la cadera o rodilla) por una prótesis que tiene una vida útil de diez a quince años y que por lo general elimina eficazmente el dolor.
En los últimos años, la medicina ha ensayado opciones menos lesivas, como la viscosuplementación, o sea, la inyección de líquido hialurónico en la articulación, por lo general de la rodilla. La inyección de agentes condroprotectores (sustancias que fomentan la reparación del cartílago) también ha tenido cierto éxito, según algunos estudios europeos.
Aún no hay fármacos que curen estas afecciones, si bien existen muchos que reducen el dolor y la inflamación, y otros que ofrecen buenas perspectivas de retrasar el deterioro. Entre el arsenal utilizado para aliviar los síntomas debilitantes figuran analgésicos, corticoesteroides, antiinflamatorios no esteroideos (AINE), antirreumáticos de acción lenta, inmunosupresores, biomoduladores y medicamentos elaborados por ingeniería genética para interferir con la respuesta inmunitaria. Sin embargo, el alivio a veces sale caro, pues tales preparados pueden conllevar graves efectos secundarios. La evaluación de sus beneficios y riesgos es un reto para pacientes y facultativos por igual.
¿Cómo han logrado afrontar algunas personas los estragos de estas dolorosas enfermedades?
* Entre otras, artrosis, artritis reumatoide, lupus eritematoso diseminado, artritis reumatoide juvenil, gota, bursitis, fiebre reumática, enfermedad de Lyme, síndrome del túnel carpiano, fibromialgia, síndrome de Reiter y espondiloartritis anquilosante.